Cómo poner una lavadora

Hacer una colada no es sencillo. Al menos si se tienen en cuenta todas las variables relevantes. En realidad, yo echo la ropa a la lavadora al tuntún y no sé de separar por colores ni por tipo de tela. Va todo junto. Y siempre uso el mismo programa, cantidad de detergente y del otro líquido azul que no sé para qué sirve.

Lo que me preocupa, la variable que con más atención considero, es el impacto ambiental, el consumo de energía. Más específicamente, las emisiones de CO2.

Por eso, siempre, antes de ponerla, echo un vistazo a la única fuente de información de la que dispongo, la página de REE. Por ejemplo, a la hora en que la hice funcionar, la madrugada del domingo, como a las cuatro de la mañana, el consumo de energía eléctrica en España tenía esta pinta:

Es decir, se estaban consumiendo unos 22 GW de energía eléctrica. Además, el porcentaje de energía renovable utilizada era relativamente alto y las emisiones de CO2, bajas:

En efecto, cuando la demanda es baja (y a esas horas de la madrugada, especialmente en domingo, el consumo tiene sus valles), las centrales renovables son capaces de cubrir un porcentaje mayor de ella y las contaminantes, las que queman carbón o gas, trabajan a medio ídem.

Dicho lo cual, añado que el mercado eléctrico español es un quilombo. Llevo desde siempre dedicando tiempo y cariño a tratar de entender cómo funciona, cuánto vale un kilowatio-hora, cómo se paga, quién recibe qué, de qué trata eso del déficit tarifario, si la energía renovable es rentable o no, por qué se enfada Iberdrola con las llamadas centrales termosolares, y aún no me aclaro. Y temo que de pasar las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, con el poco dormir y de mucho leer libros sobre el sistema eléctrico, se me seque el cerebro y venga a perder el juicio.

Eso sí, a la vista del chorro de artículos sobre el tema, diríase que nadie está feliz con el estado de las cosas.

Mi modesta contribución al asunto, de manera que se me facilite el poner mis lavadoras y controlar mejor mi huella de carbono, pasa por realizar las siguientes tres sugerencias: la primera y  más urgente, que el mercado se vuelva, si no transparente, al menos comprensible.

La segunda, que mi contador eléctrico sea capaz de ajustar —e indicar— el precio de la electricidad a la circunstancia horaria. Y que me indique, además, el CO2 que estoy generando. Todo ello para mejor ajustar mi consumo al interés mío, al común y al de los animalejos y arbolillos del campo.

Y la tercera, que me dejen tener una doble entrada de electricidad en casa. La una, con una potencia garantizada —concepto por el que pagaré muy gustosamente— y que me dé para mantener la iluminación, la nevera y tal vez el portátil. Y la otra, interrumpible por Iberdrola a voluntad, para el resto de las cosas. Y de manera que Iberdrola me pague por esa opción que le concedo y que bien le puede servir para mitigar los desajustes de producción y consumo no en un lado solo de la ecuación —que es el mecanismo tradicional— sino utilizando ambos a su conveniencia.