Estrenos con ecos estadísticos (II): Contagio
La otra de las películas que vi durante mis vacaciones en que resonaban ecos estadísticos fue Contagio. Como casi todas las películas, personaliza. Y es que a la gente le gusta ver caras. Así nos cuenta la historia de una rubia, su marido, su hija, etc. Excipiente lacrimógeno.
(Aunque alguien pueda querer ver en la rubia la trasunta de Gaëtan Dugas, el paciente cero; igual que —según algunos— Dugas, es la primera persona en contagiarse de un virus letal y lo transporta a EE.UU., donde se desencadena una epidemia).
Por otro lado, la película hace un buen papel mostrando de una manera bastante fidedigna el mecanismo de los sistemas de control epidemiológico y, en particular —y es lo que viene a cuento en esta bitácora— su “subyacente estadístico”. Tras las bambalinas trabajan estadísticos que analizan registros médicos en busca de evidencia de brotes y epidemias. Esta película tiene un componente documental que hace bastante justicia a su callada labor.
Y se lo merecen. Porque cuando se ha hablado de ellos ha sido, casi siempre, negativamente, cuando se han equivocado. Recuérdense los casos de la gripe aviar (aunque en este caso, aparentemente, se mezclaron intereses más oscuros) y la E. coli de los pepinos españoles. Bramó entonces la piel de toro contra el Instituto de Higiene de Hamburgo, que levantó la alerta y recomendó su retirada.
En esa época habría sido interesante leer el capítulo 2 del libro Numbers Rule your World, de Kaiser Fung, que relata la labor de la Food and Drug Administration (FDA) de los EE.UU. y otros organismos sanitarios en la detección de un foco de E. coli en EE.UU. muy similar al de los pepinos. Describe los mecanismos de recopilación de datos sobre ese tipo de infecciones, cómo se registran continuamente casos aislados y cómo, de vez en cuando, surgen brotes más serios que afectan a muchas personas. Pero, para complicar las cosas, no siempre en una misma ubicación: de tratarse de una partida de comida contaminada, esta puede haberse distribuido por una zona extensa, tal vez un país entero. Y, ¿cómo distinguir los estadios primeros de un brote del ruido de fondo de las infecciones aisladas? ¿Cuánto ha de esperarse? ¿Qué protocolos han de seguirse? ¿Cuál es el coste y el beneficio de levantar una alerta? ¿Qué riesgos existen al equivocarse? Sobre todo, ¿qué presiones existen? El capítulo recorre todos esos asuntos mientras acompaña al lector en un viaje estadístico-detectivesco que lo conduce a una plantación de espinacas en California. ¡Esta vez acertaron!
Es de lectura obligada para que, la próxima vez que algún instituto de control apunte con su dedo acusador a un camión lleno de verdura, podamos ser más ecuánimes.
El segundo aspecto relevante de la película tiene que ver con otro trasunto. Esta vez es Jude Law, que encarna a un bloguero que aprovecha el pánico de la población ante la pandemia para lucrarse divulgando con dolo noticias falsas, curas milagrosas y quién sabe qué.
Evoca el caso de la controversia alrededor de la vacuna triple vírica: en 1998, una de las más prestigiosas revistas médicas, The Lancet, publicó un artículo sobre un posible vínculo causal entre dicha vacuna y el autismo. Se supo después que el autor principal, Andrew Wakefield, tenía intereses ocultos y que había manipulado los datos. Pero aunque el artículo fue retirado, e, incluso, se explusó a Wakefield de la carrera médica, mucha gente dio por bueno el bulo. Y, en efecto, tal y como cuenta la Wikipedia (mi traducción)
Tras la controversia, la tasa de vacunación de la vacuna triple vírica en el Reino Unido descendió del 92% en 1996 al 84% en 2002. En 2006, la tasa de cobertura de la vacuna entre los menores de 2 años era del 85%, mientras que para el resto de las vacunas se situaba alrededor del 94%.
Y, en efecto, esto tuvo sus consecuencias:
[…] la incidencia de las tres enfermedades creció de manera importante en el Reino Unido. Mientras que en 1998 sólo se confirmaron 56 casos de sarampión, en el 2006 hubo 449 durante los primeros cinco meses del año. Además, se registró la primera muerte por dicha causa desde 1992. Los casos afectaron a niños que no se habían vacunado adecuadamente. […]
Y, bueno, seguro que en todo esto algo de responsabilidad (o irresponsabilidad) tuvieron los medios… ¡pero esa es otra historia a la que, seguro, volveremos!
En fin, que veáis Contagio y que la veáis con los ojos adecuados.