Si lees "Nudge" verás las cosas de otra manera

Si acabas, como yo, de leer Nudge, es probable que comiences a ver las cosas de otra manera.

Lo malo del libro es que está escrito por estadounidenses y para estadounidenses. Y allá ellos con sus problemas. Pero, mutatis mutandis, a uno se le comienzan a ocurrir traslaciones tal vez oportunas.

Por ejemplo, piénsese en esas hipotecas de las que tan de moda está hablar estos días. Inducido por el contenido del libro a uno se le ocurriría pensar que los problemas que ahora atraviesan determinados individuos por su culpa se debe a la asimetría de la información: los bancos, que venden muchas, lo saben todo al respecto; la gente, que a lo sumo se hipoteca una o dos veces en su vida, está a dos velas. Y luego se topa con la letra pequeña, etc.

E inducido de nuevo por el mismo tomito, piensa: quizás el banco de España en colaboración con las asociaciones de tirios y troyanos, debería proponer no más de dos o tres modelos de hipotecas básicas, estándar: una de tipos fijos, otra de variables y, posiblemente, una tercera. Los bancos podrían variar los plazos, los precios, etc., pero no las condiciones básicas. Que serían claras y generosas con el hipocado, por supuesto, sin sorpresas.

Quienes buscasen una hipoteca podrían entonces:

  • Comprarar fácilmente las ofertas de las distintas entidades para las hipotecas estándar.
  • Optar a la hipoteca básica más conveniente, dado que la comparación sería sencilla.
  • O decantarse libremente por una hipoteca no estándar ofrecida por una entidad pero sabiendo entonces que queda a merced de las maquinaciones nada benéficas —dicen— de los bancos. ¡Caveat emptor!

Y de eso trata Nudge: de mecanismos que, aun preservando la libertad individual, ayuden a la gente a tomar decisiones menos malas especialmente en aquellas circunstancias en que es más complicado por motivos tales como la falta de información, el desfase entre el momento en que se toma la decisión y aquel en el que aparecen las consecuencias y otras en el que el ser humano actúa como, dicho en plata, un soberano pendejo.