ROI de ida y vuelta
Hace años, allá por el 2004, trabajaba en SAS. Íbamos a hacer una propuesta para la detección del fraude en una empresa de telefonía móvil de las de entoces. Habían medido el importe anual del fraude en X miles de euros. Nosotros íbamos a implantar un sistema que ayudase a prevenir un determinado porcentaje de él. El quid de la cuestión era cuál: alrededor de esa cuestión gravitaban los números en negrita de la propuesta que estábamos por elaborar.
Me tocó a mí preparar aquella propuesta. Al llegar al punto en el que había que mojarse con una estimación (¡totalmente ex-ante!) del porcentaje de fraude, pregunté a mis superiores. Estos hicieron una operación simplicísima: ¿cuál habría de ser el ROI mínimo que garantizase la aquiescencia final del cliente? Y sí, teníamos que detectar, íbamos a detectar, el 100% del fraude.
La noche anterior dejé anónimamente escrito:
Pero todo es cual es y mañana, a las ocho, saldré de casa con mi portátil-navaja de filo sucio de sangre seca y cifras mendaces.
Diez años después el ROI sigue imperando. Pero se han vuelto las tornas para algunos.
La semana pasada hablaba con un colega que ha vivido hasta no hace poco de instalar SAS. Me preguntaba sobre R porque ahora encuentra más rentable dedicarse a reemplazar SAS por WPS y aprovechar el puente entre este y R. Todo sea por el ROI.
Tropecé y conocí —en este orden— el pasado fin de semana con otro colega que trabaja en una de las consultoras más conocidas. Dos de sus proyectos más relevantes —entiendo que en el área de análisis de datos— son sendas migraciones de SAS a otras plataformas. Con un ahorro en costes de licencias que compensa la inversión —de nuevo, tómense las cifras con cierto grado de escepticismo— en el primer año.
Me preguntaban el otro día por dónde debería comenzar —¿darían por hecho que hay que comenzar?— a implantar soluciones big data. La respuesta es obvia: véase a dónde apunta el gradiente del ROI. Y, hoy por hoy, este señala con el dedo a todo ese software viejuno y oneroso.
Y dos notas:
- Lo que he contado sobre SAS es delictivo o habitual y consuetudinario, según se mire. La historia es más un ejemplo de cómo cierta gente hace las cosas en España a veces que del quehacer de SAS.
- Dos veces —pequé de cándido en ambas— me han hecho en esta vida firmar cosas con las que no estaba de acuerdo. No ha vuelto a suceder.