La dieta de hambre en días alternos en la alimentación de los viejos
Traigo a colación de mis lectores un artículo del año 1956, La dieta de hambre en días alternos en la alimentación de los viejos (que se puede bajar de aquí) cuya lectura recomiendo encarecidamente.
Subrayo en él varias cosas. La primera es la sorpresa que produce desde el interior de esta burbuja de amaneramiento en que vivimos sumergidos en 2018 que alguien se hubiese atrevido a llamar viejos a los viejos en público y por escrito en algún tiempo y lugar.
La segunda, el estilo literario. Entonces se podían escribir frases tan enfáticamente enternecedoras, tan propias de documental de animales de la segunda cadena, como:
Este crecimiento retardado, esta pobreza del tono de vida de los animales, tiene la singular propiedad de evitarles enfermedades y de prolongar notablemente su existencia.
La tercera, los agradecimientos. No lo son a una oscura sigla indicativa de una beca de vaya uno a saber qué institución. No. Son agradecimientos de verdad a personas de carne y hueso:
Debo expresar mi agradecimiento a la dirección de la Residencia Geriátrica San José, a los pacientes en ella internados, objeto de este trabajo, y muy particularmente a Sor Juliana y Sor Eugenia, auxiliar sanitario y jefa de cocina, respectivamente, de la institución, sin cuya paciencia y colaboración no hubiera sido posible la experiencia.
Ya en temas más serios, la inexistencia de ningún tipo de comité o norma ética a la hora de realizar el estudio: se elige un grupo de tratamiento y otro de control, y palante. Unos viven y tan felices; otros pasan días en la enfermería y se los trata de curar; otros mueren y se les da tierra (y santos sacramentos). Y paz.
Y, finalmente, los resultados. De los dos grupos de sesenta viejos, los del grupo de control pasaron 213 días en baja (contra 123 los de tratamiento) y en tres años fallecieron 13 de ellos (contra 6). Ni una bendita prueba estadística. Ni un solo malhadado p-valor. Por supuesto, ninguna medida que justifique la homogeneidad de los grupos de tratamiento y control.
(No sé si alguien osará a hacer el cálculo de los correspondientes p-valors y publicarlo en los comentarios para ilustración de todos).
Eso sí, Cochrane, para cuando se escribió eso, era poco menos que un chaval.