En respuesta a los que me preguntan si pondré "la vacuna"

[Dejo aquí por escrito la respuesta detallada a esa pregunta por, primero, una cuestión de eficiencia: poder contestarla con un enlace cuando me vengan de nuevo con ella. Pero también por la relación que guarda con temas como el riesgo o la teoría de la decisión que a estas página mías no les son ajenos.]

I.

¿Me vacunaré?

Espero que no, ojalá que no. Lo digo solo porque soy penúltimo o antepenúltimo en esa lista de prelaciones que parecen haber publicado nuestras beneméritas autoridades (y que tanto me recuerda a esto). Simplemente, espero que para cuando me toque ya no sea necesaria.

(Es muy descansado que las autoridades tomen por nosotros toda suerte de decisiones de orden moral: nos fatigamos menos, acertamos más y, además, en caso de error, la culpa no es nuestra. Es como volver al colegio pero sin que nadie nos tase las palmeras de chocolate.)

No obstante, si la pregunta se reformulase en condicional y se adobase en las debidas circunstancias agravantes (es decir, si no estuvieses plusquamconfinado, si tuvieses que coger el metro en hora punta, si diese clases presenciales, si…) entonces respondería afirmativamente casi seguro.

Pero…

II.

Me veo obligado a matizar y razonar los motivos que me conducen a la conclusión anterior. Veamos.

Dicen que todos son conservadores en aquello que conocen bien. Hace un tiempo hablaba con mi tecnóloga de cabecera sobre la conveniencia o no de instalar la nueva LTS de Ubuntu. Yo que, en tiempos, cambiaba de versión apenas se publicaba la primera alfa 2 (que es la primera versión que, la experiencia me decía, conseguía arrancar); ella, que era más partidaria de esperar a la segunda release. Lo hacía, precisamente, porque existe: no existiría si la primera estuviese exenta de pufos.

Y eso, hablando de un sistema operativo que lleva ya casi un par de décadas rulando y millones de instalaciones y al que, al fin y al cabo, se le hacen cambios muy menores de versión en versión. No de una vacuna que afecta a un sistema mucho más complejo que los cacharros de silicio y que está basada en una tecnología nunca antes probada en producción en humanos.

Porque todos recordamos pufos de categoría, desde el satélite Ingenio de hace unas semanas, al primer Pentium, o a aquellos Toyotas que aceleraban solos,… Incluso en el mundo de las vacunas y no hace tanto, hemos sabido de casos como el de la narcolepsia atribuida a la vacuna contra la gripe A en algunos países nórdicos.

En ese sentido uno, yo mismo, se vería inclinado a matizar muy mucho su entusiasmo provacunación.

III.

En el caso antes referido de la narcolepsia, diversos estudios cifran el incremento de riesgo debido a la vacuna de 1 a entre 3 y 18 (según las fuentes) casos por 100.000 sujetos. Un efecto minúsculo en términos absolutos; pero prácticamente indetectable en muestras el tamaño de las que conforman las cohortes de los estudios de fase III. Habrá un montón de efectos secundarios que se desconocerán hasta no bien entrada la vacunación en masa y que afecten unos a 1 de cada 10k; otros más serios a uno de cada 100k y seguro, seguro, seguro que a alguien mata. Si fuese a razón de uno entre un millón, generaría tantos muertos como la causa de muerte más mediática y deplorada de los últimos tiempos.

No lo digo yo: lo dicen los prospectos de los medicamentos más habituales. Hace años tuve una infección y me recetaron un antibiótico del que leí el prospecto justo antes de ir a cenar con un médico (y otra gente que no viene al caso). Le contaba lo escalofriante que resulta leer la lista de posibles eventos adversos de esa cosa que tal alegremente me metía en el cuerpo. M me preguntó si aparecía la muerte entre ellos —no, no constaba—, porque, me decía, no era atípico encontrarla listada como desenlace de su administración; improbable mas no descartable.

Suponiendo los medicamentos de todo tipo (y sus prospectos en particular) variables aleatorias intercambiables en el sentido de de Finetti —y siendo generosos en tanto que las vacunas del covid son nuevas, no están probadas y se han desarrollado en un tiempo récord sobre tecnologías cuasiexperimentales— la distribución esperada del límite inferior de los efectos adversos de las vacunas podrían aproximarse por los que se enumeran en una muestra aleatoria de prospectos en una farmacia bien surtida.

Que no es cero. Y que alguien la espicha, seguro. Aunque convengo que el balance de riesgos es positivo (en el sentido de la vacunación, obviamente) para los más. Este es el razonamiento y la estimación particular que he hecho de los riesgos y que motiva la respuesta que he dado en la la primera sección de la entrada.

IV.

Lo que ocurre es que yo no soy científico sino tecnólogo. Es decir, que yo uso resultados científicos que me bajo con Sci-bot para resolver problemas pedestres y concretos. Pero en este tema, la ciencia —o, al menos, la oficial— me pide fe y adhesión en lugar de proporcionarme material verosímil sobre el que, p.e., en este caso, poder argumentar propiamente por qué vacuna sí y Ubuntu no.

V.

Los pretendidos científicos —aunque reconozco que son peores los mandaos que profieren discursitos cientifistas por encargo— son una maldita fábrica de terraplanistas. De hecho, yo estoy siempre por sumarme a ellos (los últimos) cada vez que les oigo (a los primeros) un creer en la ciencia. Si lo de la ciencia acaba siendo una mera cuestión de fe, prefiero creer en algo menos fatigoso y con menos fórmulas largas y enojosas que eso de la ciencia.

Puede que la vacuna acabe no entrañando riesgos mayores que los de un antibiótico estándar. Pero no hay necesidad de jugarse la confianza en utilidad de las vacunas durante una generación y, más en general, en el papel de la ciencia en nuestras sociedades dejando a tipos con bata decirnos por la tele que la vacuna que llegue es absolutamente segura.

Que digan que se espera que no sea más peligroso que cualquier antibiótico común, un viaje en coche a Zaragoza, o tomar cuatro cervezas a la semana. Que digan que el tamaño muestral de las últimas pruebas hacen sumamente improbable un efecto perjudicial mayor que el de alguna calamidad conocida de todos. Que la ciencia siga operando bajo el principio amicus Plato, sed magis amica veritas y no un mero entramado institucional apéndice de otros organismos que la instrumentalicen.

O acabaré sonriendo con un brillo en el colmillo el día que aprendamos que a todos los que recibieron la versión 1.0 se les ha vuelto la piel verde fosforito y se los ve en las noches sin luna a dos kilómetros de distancia.