Sobre la interpretación de los indicadores económicos
The Economist tiene a bien publicar una serie de tablas comparativas de los indicadores económicos más importantes de las distintas economías. Si uno se fija en la fila de Tailandia verá que sistemáticamente tiene unas cifras de desempleo ridículas. Por ejemplo, es el 0.9% en la última edición.
Pero, ¿es Tailandia el paraíso en la tierra para los trabajadores? Me temo que no. ¿Se calcula entonces allí la tasa de desempleo de alguna manera particular y sesgada? Tampoco: se trata de un indicador que se construye usando una metodología uniforme en todas partes.
Siendo un número que se calcula de igual manera, uno podría entonces estar tentando de comparar esa tasa de paro con la de España, Colombia o Grecia. Pero no tiene sentido alguno: a pesar de que las operaciones matemáticas con las que se generan esos números son idénticas, significan cosas distintas en lugares distintos. Son cifras que están determinadas por infinidad de factores, como las dinámicas demográficas, la estructura familiar, el nivel de desarrollo económico, la legislación laboral, etc., casi todos ellos imposibles de trasplantar de un lugar en otro.
Pero si la interpretación de estos indicadores no es transportable en el espacio, ¿por qué lo hacemos en el tiempo sin parar en mientes? ¿Significa la tasa de paro hoy lo mismo que habría significado en 2014, 2004, 1994 o 1984? ¿Nos ilumina sobre lo mismo? Me temo que no. (En particular, sobre la tasa de paro actual, ¿será o no será cierto que uno de sus principales condicionantes es el colapso de la natalidad en los últimos 20-30 años? De ser así, ¿cómo habría que actualizar la interpretación que se haya de hacer de ella?)
Me temo que no hemos hecho colectivamente el esfuerzo de resignificación (me apropio de palabro) de los indicadores económicos más relevantes adecuándolos al contexto en que nos encontramos ahora, que bien pudiera tener poco que ver con el que nos pone delante la inercia intelectual.
Coda: Esta entrada tiene y no que ver con la ley de Goodhart. Esta tiene que ver con la manipulación que se hace de un indicador por el hecho de ser importante. La entrada de hoy se refiere a un fenómeno distinto: el de cómo sin que necesariamente se actúe sobre él, se hace un uso impropio del mismo en tanto que por su propia evolución histórica adopta un significado distinto.
Otra coda: El desempleo —en particular— es un fenómeno reciente. En la literatura clásica hay trabajadores, vagos, rentistas, truhanes, agricultores, etc., y sí, subempleados —como en la actualidad—, pero nunca parados. Cervantes nunca hubiera podido escribir Los lunes al sol salvo como ejercicio de ciencia ficción distópica. Se trata de un fenómeno que surgió en un momento histórico concreto y que todo apunta a que desaparecerá como vino. El problema relacionado será otro para el que tendremos que consensuar una definición y diseñar los indicadores relevantes asociados.