Causalidad

Introducción

He estado pesando durante las vacaciones sobre el asunto de la causalidad y su naturaleza. He llegado a la conclusión que resumo en esta entrada. Es posible que esté en contradicción con otras cosas que haya escrito o dicho previamente sobre el asunto. Quedan corregidas —enmendadas o deprecadas— por la presente.

Al hablar de causalidad hoy aquí no me refiero al problema, relacionado pero distinto, de medir el efecto de determinadas intervenciones y las dificultades que eso entraña. Me refiero a lo que la causalidad propiamente es —si se quiere, en términos filosóficos—.

Comenzaré con dos ejemplos, uno tratado en la literatura de la cosa, otro que no. Cerraré con las conclusiones.

Ejemplo 1

Un señor camina por la calle leyendo el periódico. En la acera hay una alcantarilla sin tapa. Se precipita y sufre una serie de contusiones.

Un observador omnisciente no apreciaría aspecto alguno al que denominar causa o efecto en todo lo anterior. Solo ve átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la física. Esa agrupación de átomos que se denomina “señor” ha sido atraído por ese otro conglomerado de átomos que se denomina tierra por la fuerza de la gravedad y nada más.

Pero otros observadores utilizan modelos para entender el mundo. En el modelo de algunos, habida cuenta de la cantidad de alcantarillas sin tapa que hay en la ciudad, los transeúntes deben prestar —y prestan— mucha atención al andar por la calle. Por eso nadie se precipita por las alcantarillas: todos están advertidos del peligro y las evitan cuando les falta la tapa. Que alguien haya caído en una de ellas es una alteración del modelo, es un resultado, un efecto, que el modelo no contempla. Para acomodar el universo al modelo hay que hacer intervenir una causa: que el señor en cuestión caminaba despistado. Ese, el despiste, es la causa de lo sucedido.

Pero no todos tienen el mismo modelo de cómo debería ser el mundo. El derecho, por ejemplo, tiene otro. En el mundo del derecho, todas las alcantarillas deben tener tapa y hay una institución, el ayuntamiento, encargado de tal cosa. Cuando a un juez le cuentan que un señor se ha precipitado por una por faltar la tapa, advierte una incoherencia entre ese modelo que estipula el derecho y la realidad del mundo. Llama causa a la falta de la tapa y hace responsable civil subsidiario al ayuntamiento por los daños que ha sufrido el accidentado.

Ejemplo 2

El 13 de julio de 2024, el candidato a la presidencia de EEUU, Donald Trump, sufrió un intento de asesinato en Butler, Pensilvania. Creo que todos estamos al tanto de las circunstancias de la cosa (de no ser así, léase esto).

De nuevo, un observador omnisciente no apreciaría causa alguna: un proyectil viaja por el aire, atraviesa la oreja de un señor, sigue su recorrido e impacta en otro que estaba sentado detrás. Son, de nuevo, átomos —los del gatillo, los del dedo, los de la bala, etc.— que siguen las leyes de la física.

Otros tienen un modelo según el cual, un tirador medianamente bueno, nunca puede fallar un blanco a 150 m de distancia con un rifle de precisión. En su modelo mental, la bala debería haber atravesado la cabeza de Trump. Pero algo falla en el modelo que no se ajusta a la realidad y a la causa la llaman, por ejemplo, viento.

Otros tienen un modelo que dicta que ningún individuo debería poder haber subido a un tejado con un rifle cerca de un candidato presidencial porque el Servicio Secreto debería haber creado un férreo perímetro de seguridad a su derredor. Pero la realidad invalida su modelo y ese elemento ajeno al modelo que lo trastoca lo llaman causa: una grave omisión de seguridad por la que piden la cabeza de los responsables.

Otros tendrán otro tipo de modelos en la cabeza sobre lo que debería haber pasado. Y según la naturaleza de su modelo y su relación con lo que acaba ocurriendo en el mundo, apuntarán a causas distintas.

En el mundo no hay causalidad

En el mundo no hay causalidad. Con Demócrito y todo lo que vino después, solo hay átomos que siguen leyes físicas. Judea Pearl quiere datar el origen de la idea moderna de causalidad en la popularización de los artilugios mecánicos. Si las ruedas del molino dejan de girar, no hay que especular con la voluntad de Zeus sino encontrar la polea, la correa, el engranaje que se ha roto y repararlo. Esa sería la causa. Pero realmente no es una causa sino una razón: es obvio que un molino en el que se ha roto la correa que trasmite la potencia no puede funcionar. ¿Qué cabe esperar?

Lo que hay realmente es un molinero que espera que el molino funcione. Es decir, que contempla la realidad a través de un modelo en el que el molino opera adecuadamente. Es esa correa rota la que invalida el modelo previo.

La causalidad es subjetiva

La causalidad se convierte así en fenómeno subjetivo, que tiene que ver con la manera —limitada siempre— en la que los sujetos miran el mundo. Porque mirar el mundo no es solo recibir información de él, sino contraponer un modelo generado internamente sobre cómo debería ser este con aquello que llega de los sentidos.

En En torno a la doctrina filosófica de la causalidad, el autor, Gustavo Bueno, al discutir el asunto, usa la ecuación $E = f(C, H)$, donde $E$ es el efecto, $X$ la causa y $f$ una función que las liga, peor que necesita de un argumento adicional, $H$, que denomina esquema material de identidad sobre el que dice:

El esquema material de identidad podría hacerse corresponder con la causa material aristotélica, siempre que ella quedase determinada según criterios positivos E, que expresaremos por la fórmula E(H). El efecto se define entonces como una interrupción, ruptura, alteración o desviación del esquema material procesual de identidad (ruptura que no afecta, en principio, al sistema que, por decirlo así, engloba al efecto).

En el párrafo resuenan ecos de lo que escrito antes. Según el párrafo, para poder hablar de efecto, habría de haber un esquema material que es alterado por algo, $C$, para generar un efecto $E$. Solo que esa $H$ debería existir en el mundo y en la teoría que presento, está solo en la mente. Sin embargo, en el mismo documento tiene párrafos como

La pregunta ¿por qué? supondremos que es la pregunta que surge adecuadamente en el momento en el cual un sujeto operatorio constata un dato flotante en el sistema de referencia.

que sí que parecen vincular al sujeto con ese dato faltante que falta en su sistema de referencia.

La ecuación alternativa que planteo es

$$M^\prime = f(M, C)$$

donde $M$ es un modelo a priori sobre el mundo, $M^\prime$ es uno mucho más ajustado a la realidad y $C$ es ese dato flotante (por llamarlo de alguna manera) que el sujeto debe tratar de identificar (¿abductivamente?).

En lo que describo también resuenan ecos de esa entrada de Andrew Gelman titulada nada menos que Forward causal reasoning statements are about estimation; reverse causal questions are about model checking and hypothesis generation. Aunque hay que advertir que se queda corta al circunscribirse a un estrecho ámbito de la realidad, lo cual le lleva a escribir:

Creo que las preguntas causales inversas [es decir, sobre las causas de los efectos contemplados] son importantes. Pero no creo que haya respuestas a esas preguntas. Es decir, creo que vale la pena preguntar: ¿Por qué los cargos electos obtienen más financiación que sus oponentes [en las elecciones]? Pero no creo que haya ninguna respuesta útil a esa pregunta.

Obviamente, si uno se dedica a la ciencia política no hay ni preguntas ni respuestas útiles —salvo para publicar y medrar en la academia—. Pero muchas preguntas causales inversas —¿fue el ayuntamiento el causante / culpable de las contusiones del señor que se precipitó por la alcantarilla?— ciertamente lo son.

¿Quiénes son esos “sujetos” que tienen modelos del mundo?

Uno escribe subjetivo con cierto sobrecogimiento, temiendo que algún lector piense que sujetos son él, su familia, sus vecinos y poco más. Que es cierto, pero hay que extender la noción a entes como “el consenso de la física”, por ejemplo. Recuérdese el caso de Le Verrier: Neptuno se descubrió porque algo no encajaba en la órbita de Urano de acuerdo con el momento existente en la época y la causa fue, precisamente, el efecto que sobre él ejercía un planeta desconocido hasta la fecha. También se ha mencionado arriba el derecho como sujeto que tiene un modelo del mundo: el que subyace a las leyes, ordenanzas, etc.

En definitiva, igual que cuando se habla del homo oeconomicus no ha de suponerse que ese homo sea solo de carne y hueso —en tanto que empresas y otras instituciones son también agentes que operan en la órbita económica—, el sustrato de los modelos subjetivos no son únicamente las desiguales materias grises de la gente.

Causalidad, técnica y tecnología

Técnica es un procedimiento para conseguir un fin. Tecnología es una técnica cuya eficacia ha sido validada por la ciencia. Hay técnicas —como la adivinación basada en horóscopos— que aun siendo técnicas con un fin determinado, no valen para gran cosa.

En mi discusión anterior echo en falta una pareja de términos análogos que discriminen entre causas. Porque cualquier ocurrencia podría pasar como tal. Entiendo que tal discusión debería estar basada en la calidad de $M$, $M^\prime$ —es decir, lo eficazmente que representen el mundo, es decir, si son buenos mapas de la realidad— y la coherencia de la relación $M^\prime = f(M, C)$.

Coda 1

¡Ya me gustaría haber llegado a una conclusión distinta! ¡Ya me hubiese gustado haber podido encontrar indicios de la causalidad en el mundo objetivo y fuera de la esfera de lo subjetivo! Yo quería llegar, realmente, a disponer de un baremo para poder atizar al prójimo —¡hay cada uno!— cuando abriese la boca para proferir cualquier tontería. Pero no, fuera de la relación (que ciertamente ha de cumplirse) $M^\prime = f(M, C)$, cada cual es dueño de su $M$ y, por lo tanto, su $C$.

Coda 2

Al realizar la analogía del modelo como mapa de la realidad y hablar del modelo del observador omnisciente, alguien habrá querido encontrar vínculos con aquello de

Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.