Democracia Directa

Datos abiertos y farolas solares: más motivos para el escepticismo

La semana pasada hice constar mi escepticismo acerca del poder transformativo de los datos abiertos. Mencionaba dos ámbitos en los que existen datos no solo abiertos, sino abundantes y en tiempo real: el de los deportes y el de las finanzas. Y cómo, a pesar de ello, seguimos siendo, como sociedad, mendrugos tanto en lo deportivo como en lo financiero.

Valga un tercer caso que dispongo a exponer.

Tenemos igualmente datos abiertos, abundantes y en tiempo real de producción y consumo eléctrico y de su mix, i.e., qué tecnologías y combustibles se usan hora a hora. La gran lección que nos cuentan es:

Que hagan lo que quieran en Plaza de España; yo, la verdad, no tengo tiempo para leer 350 MB de documentación

Ha salido lo de la votación de plaza de España. Un festival para la democracia.

Yo, de hecho, ya voté en la primera ronda. Voté que la dejasen como está. Por un motivo muy simple: cada vez que camino por las calles próximas a mi casa, como haya llovido no hace tanto y tenga mala suerte, piso en una de esas baldosas mal fijadas que proyectan alevosos chorros de agua putrafacta por la pierna p’arriba. Porque en la intersección de dos calles por las que paso siempre, cuando llueve, se forma una balsa de agua a la que solo faltan ranas. Porque los contenedores en los que reciclo están cercados de montañas de residuos de todo tipo. Porque, creo, que antes de invertir más (y particularmente, antes de invertir a un kilómetro de mi casa) deberían devolverse a un estado digno las infraestructuras municipales por las que transito a diario. Por eso, insisto, me opuse.

La democracia no representativa no es representativa

En estadística, una muestra representativa tiene que contener las características relevantes de la población en las mismas proporciones en que están incluidas en tal población (referencia).

En estos tiempos, se están poniendo de moda alternativas a la muy tradicional democracia representativa que, en contraposición a ella, no aspiran a serlo. Y su principal problema radica, precisamente, en que no lo son.

Lo anterior no es más que una opinión: es la constatación de un hecho. Esta semana pasada, en aras de una versión más directa y asamblearia de la democracia, ha habido en mi barrio un par de eventos en los que en presencia de la alcaldesa de Madrid el uno y del concejal de mi distrito el otro, se han tratado temas que me interesan directamente. Pero, oh, fatalidad, a la hora en que yo (y muchos otros) estamos lejos y ocupados ganándonos el pan.

Madrid decide, propone, vota, etc.

De siempre, no sé por qué motivo, me interesaron esas cosas relacionadas con la democracia directa. En la feria del libro del año nosecuántos compré un libro al respecto (que presté y no me han devuelto). He seguido de cerca del desarrollo de plataformas como Agora y conozco a alguno de sus desarrolladores. Di guerrita en Suiza a los locales para que me explicasen pros, contras y funcionamientos de lo que allí tienen instalado. Estoy al tanto de los problemas que ha planteado la democracia directa en California (sobre lo que recomiendo esto). Etc.