Desigualdad

Simpson sobre la desigualdad

Simpson, un viejo amigo de estas páginas, nos enseña, por ejemplo, cómo es posible que los salarios desciendan a lo largo de todas sus subcategorías y que, a la vez, crezcan en promedio en el tiempo. Basta para ello que se reduzca el peso la proporción de los trabajos peor pagados en la economía.

Los institutos estadísticos, a la hora de estimar el índice de precios, son conscientes del problema y elaboran cestas de la compra más o menos ideales (a lo Quetelet) y calculan su precio a lo largo del tiempo.

10k regresiones truchas para que cada cual elija la que más le cuadre

¿Recordáis la época en que existía una monocausa omnicacoexplicativa? Era la desigualdad que, a través de inefables mecanismos, generaba todo tipo de calamidades: infelicidad, enfermedad, inestabilidad política, etc.

Tal se sostiene en, p.e., The Spirit Level: Why More Equal Societies Almost Always Do Better, un libro donde se argumenta alrededor de gráficas tales como

Sin embargo, otro librito, The Spirit Level Delusion, revisitó esas cuestiones poco después y se dio cuenta de que si en lugar de tomar los datos de la fuente A los tomaba de la B; que si en lugar de usar cifras del año tal se usaba las del año cual; si se incluía el país X que aquellos habían considerado y se sacaba el Y, que solo se representaba a sí mismo, uno obtenía cosas tales como

¿Están los hogares preparados para una nueva recesión?

La respuesta es evidente: unos sí; otros, no. Pero en sitios como este se argumenta desde el promedio.

Que si uno se come un pollo y otro ninguno, son los estadísticos —precisamente, los estadísticos— los que dicen que se han comido medio cada uno. ¡Ya!

Causalidad y desigualdad

Ni imaginar podéis hasta dónde me tiene lo gratuitamente con que muchos dan por hecha una relación causal entre desigualdad (economómica) y cualquier miasma social.

Yo creo que es que pocos leen cosas como estas (muy recomendable). Y sobre todo porque sale gratis mencionar el nombre de la sacrosantísima causalidad en vano. Con el peligro de que tal vez queramos invertir recursos en remediar el problema raíz y nos demos cuenta al conseguirlo de que, oh, no lo era realmente.

¿Tiene sentido plantearse un objetivo que no se puede medir?

Por ejemplo, el de la igualdad. Aquí un artículo en el que se dice que no y otro del mismo autor en el que se dice que sí (parece que todo se reduce a cuestiones metodológicas).

Este tipo de cuestiones suelen zanjarse creando una metodología y encargando al INE su seguimiento. El INE, entonces, define desigualdad (para el caso) como aquello que mide nuestra metodología de medición de la desigualdad (fenómeno que llaman reificación y que consiste en sustituir la sustancia por el método). Lo mismo pasa con el desempleo, el PIB y tantas otras magnitudes.

Las cosas son azules, las personas son rosas (dicen algunos sicólogos)

El otro día hablé con un amigo. Estaba un tanto preocupado por lo que cuento a continuación. Trabaja en un lugar que organiza conferencias, seminarios, etc. y frecuentemente suben los vídeos a Youtube. Al examinar el perfil demográfico de los _yutuvidentes _advertía con desazón que entre los de los vídeos de unas charlas de tecnología muy friquis apenas había un 10% de mujeres.

El autor de un blog que sigo también está preocupado. El hombre lidera (no sé cómo de formalmente) una comunidad de _racionalistas _(aunque yo los catalogaría más bien como empiristas). Escribe sobre temas… imaginaos cuáles serán si me interesan a mí. Y el motivo de su preocupación no es tanto, sospecho, la escasa presencia de mujeres en la antedicha comunidad sino la posibilidad de que lo puedan acusar de lo habitual. Es decir, tener una actitud discriminadora, hostil o menospreciante.

Explorando la desigualdad en Medialab-Prado

Hay una convocatoria abierta en Medialab-Prado para proponer (primero) y desarrollar (más tarde) proyectos que exploren la desigualdad.

Los detalles están en el enlace anterior pero traslado aquí los más urgentes:

  • Los talleres se desarrollarán del 23 al 25 de octubre y del 11 al 13 de diciembre de 2015.
  • La convocatoria está abierta del 15 de julio al 15 de septiembre.

Supongo que conocéis el chiste del estadístico y el pollo: que si una persona se come uno y otra ninguno, vendrá aquel y dirá que ambos comieron [en promedio] medio. Esta es una ocasión en que podemos reivindicar lo contrario y aportar nuestra experiencia al respecto.

La desigualdad y cómo medirla

Últimamente he tenido bastantes visitas del extranjero. Las llevo a pasear por el centro de Madrid, ¡qué remedio! Y siempre surge el mismo comentario: habiendo crisis que nos cuentan los periódicos, ¿cómo es que están las terrazas a rebosar? Y mi respuesta es siempre la misma: lo que se ve no es la crisis; lo que se ve, en el fondo, es la desigualdad.

Otros han escrito, y mucho mejor de lo que lo haría yo, sobre lo pernicioso de la desigualdad en la economía e incluso, sobre la misma democracia. Yo me limitaré a exponer algunos problemas que produce su cuantificación.

El precio de la desigualdad (i.e., el bosón de Higgs y fracciones)

Esta semana me he enterado (con un mes de retraso, ¡qué vergüenza!) de que Stiglitz ha publicado un nuevo libro: El precio de la desigualdad. Se ve que en él argumenta el nóbel cómo esta no solo es mala para la economía sino que también afecta a la democracia.

Se refiere, por si alguien no se había dado cuenta todavía, a la desigualdad económica… pero…

— Buenos días, señor mileurista.

— Buenos días tenga Vd.