Hay vida feliz más allá del PIB
Igual que reviso mis propios ingresos y gastos, por eso de que vivimos en democracia, me molesto en revisar los números de esas esferas en que me encuadro fiscalmente: ayuntamiento, comunidad autónoma, país (¡pobrecico!) y Unión Europea. Mis dos principales impresiones al examinar las de la Comunidad de Madrid de 2010 fueron:
- La opacidad (o ininteligibilidad) de las partidas de ingresos: al parecer, estamos en un periodo transitorio en lo concerniente a la financiación autonómica (aunque apostaría bastante dinero a que todos los años desde el 78 lo han venido siendo en mayor o menor grado) y esto hace muy difícil saber quién paga qué, qué son esos fondos de compensación, a qué hacen referencia los ajustes y, sobre todo, cómo se comparan las cifras de un año con las del anterior.
- Que la recaudación vinculada al IVA y el IRPF descendió un 31% y un 29% respectivamente entre 2008 y 2009.
Yo soy autónomo. En cada factura que emito, cargo un 18% de IVA. Y como yo muchos de los restantes autónomos de España (otros “van por módulos”, que es otra historia). Y como nosotros, todas las empresas. Excepto en algunos casos excepcionales (incremento relativo de ventas al exterior (exentas del impuesto) o aumento de la actividad sumergida), existe una relación lineal entre producción y recaudación por concepto de IVA.
También pago IRPF. Y como yo, todos los trabajadores del país. Cada uno, según lo que ingresa durante el año. Además, de una manera progresiva (es decir, una caída global de los ingresos produce una caída proporcionalmente aún mayor de recaudación).
Por otra parte, el PIB español cayó entre 2008 y 2009 (datos del INE recogidos en la Wikipedia) un 3,6%. Es decir, tenemos el mismo PIB que a principios de 2007. ¡Pero en tal fecha había 1,6 millones más de personas trabajando en España (y, además, estábamos todos felicísimos, sentados en un jamón y comiendo de otro)!
Yendo por delante mi confesión de ignorancia en lo que concierne a la contabilidad nacional, estoy seguro de que más de un experto podrá explicarme:
- Por qué a principios de 2007 estábamos todos felices y apesadumbrados a fines de 2009 si nuestro nivel económico era idéntico (según el INE).
- Qué hacían los 1,6 millones de trabajadores que se fueron al paro entre ambas fechas, un 10% de la masa laboral.
- Cómo se compatibiliza una caída del producto del 3,6% con un descenso de la recaudación del IVA y el IRPF de alrededor del 30%.
- Si conocen a mucha gente a los que la crisis haya afectado en un 3,6% o menos.
Más aún, quien haya visto el documental Comprar, tirar, comprar de TVE entenderá compare estos dos escenarios:
- Una empresa fabrica bombillas que valen un euro y duran 1.000 horas.
- Otra empresa fabrica bombillas que valen dos euros y duran 10.000 horas.
Fabricar 10.000 horas de luz aportará al PIB 2 o 10 euros dependiendo de la empresa a la que se adquiera la bombilla. ¿De verdad mide el PIB la magnitud socialmente más relevante? ¿Confunde el PIB, como el necio, valor y precio?
Estas preguntas que planteo desde una posición de pretendida candidez tienen como objetivo el que repensemos cosas que consideramos automáticamente como dadas, que asumimos acríticamente. De hecho, el mismo ejercicio lo han realizado (y mucho más fecundamente que este aficionado que soy) economistas de prestigio (y hasta de premio Nobel), que han reconsiderado la cuestión y han querido matizar la relevancia y alcance de estas cifras con otras variables que ignoran, como, por ejemplo, el impacto ambiental o la felicidad de la gente.
Son ciertamente variables lábiles y dadas a interpretaciones y quién sabe si a manipulaciones. Pero complicado no significa necesariamente inabordable. Y de hecho, existen iniciativas en marcha tales como:
- El Happy Planet Index, HPI, sobre el que bien vale la pena leer este documento.
- La Comisión para la medición del desempeño económico y el progreso social, una iniciativa del gobierno francés de la que forma parte Joseph E. Stiglitz.
- Incluso la Office for National Statistics, al decir de este artículo, ha recibido el encargo de comenzar a medir la felicidad de los súbditos británicos.
Al final, todo se reduce a saber si podemos ser felices sin destruir el planeta.