La "cocina", para anumeristas y conspiranoicos

El otro día —no importa dónde— presencié los denodados y desencaminados esfuerzos de alguien —tampoco importa quién— por explicar primero y convencer después de los beneficios de la llamada cocina de las encuestas electorales. Constantado la inoperancia de los argumentos técnicos, estuve pensando un buen rato en buscar símiles cotidianos. Di con este, que es el que comparto por referencia para mí y puede que para otros.

Tienes ese amigo que dizque va a llegar en 30 minutos y lo hace al cabo de una hora. Cuando dice 15 minutos, tarda 30. Convierte los 10 en 20. Etc. Por un lado están las cifras declaradas (30, 15, 10,…) y, por otro, las observadas (60, 30, 20,…). No hace falta ser muy lince para

  • cuestionar la veracidad de la primera ristra de cifras y, especialmente,
  • encontrar una regla que las transforme en otras más creíbles, al menos, con el histórico en la mano.

Tal regla, aplicada en un contexto donde se ha venido observando una discrepancia sostenida en el tiempo entre lo declarado y lo real, el de las encuestas electorales, es conocida de todos como la cocina.

Que, como todas las cosas (y las técnicas, en particular), además, puede ser usada para el bien y para el mal. Pero esa es otra discusión que nos llevaría muy lejos. Aunque no es este mal momento para recordar esto que escribí hace un par de años y particularísimamente, su último parrafo.