Cómo recompensamos a los creadores de ideas y algunos asuntos más

Comienzo con tres artículos recientemente sobre un mismo tema: los problemas de los que adolecen las estadísticas públicas y las dificultades que ello supone para la gestión económica. Uno de ellos es este, en el que se da cuenta de la creciente desconfianza de los economistas de muchos países en los resultados de las encuestas que publican los órganos estadísticos. Apunta a dos causas: la infrafinanciación de la función estadística y a la desconfianza de la población, manifestada en el derrumbe de la tasa de respuesta en las encuestas. El segundo se refiere a problemas específicos en el cómputo de la tasa de inflación en Argentina provocados por la flagrante desactualización de los ítems de la canasta de referencia. El tercero abunda en las sutilezas del proceso de actualización de dicha canasta.

Jose Luis Ferreira nos explica al hablar del mal uso de las identidades contables cómo tal vez de los polvos de afirmaciones que encontramos habitualmente, tales como el PIB crece impulsado por el consumo y la inversión, nos llegan los lodos del si reducimos las importaciones, aumentará el PIB. Y más cosas todas ellas muy interesantes.

En este artículo se utiliza una serie de hipótesis más o menos creíbles (p.e., que el aumento de la productividad se debe exclusivamente a la inversión en I+D) para estimar su impacto económico y concluir que este es enorme. En este otro se matizan algunas de esas hipótesis.

Our World in Data discute en este artículo cómo la tasa de fertilidad es un estimador poco preciso del número de niños que acabará engendrando una cohorte. La tasa de fertilidad es una estadística Frankenstein que se calcula a partir de retazos transversales de distintas cohortes, mientras que el número de nacimientos de una cohorte particular es un conteo longitudinal. De darse un equilibrio demográfico, ambos valores coincidirían; pero, uh, no suele ser el caso.

Hay varios algoritmos conocidos para distribuir eficientemente tareas asíncronas entre varios servidores. El más sencillo es ir asignándoselas a cada uno secuencialmente. Es más eficiente asignar las tareas a aquel servidor que tiene menos carga de trabajo en un momento dado. Sin embargo, los humanos somos más avispados que las máquinas y tendemos a actuar estratégicamente: si terminar rápidamente nuestras tareas se traduce en un aumento de la probabilidad de que se nos asignen otras adicionales, tenderemos a vaguear. Así que el procedimiento que para los servidores es inferior, puede ser preferible en instituciones pobladas de humanos. De eso da cuenta este artículo de NadaEsGratis.

También trata sobre los incentivos (perversos, por supuesto) de un subgrupo muy particular de los seres humanos, el de los economistas del estado en España, la entrada datos.gob.es: error interno en el servidor (público). Que, curiosamente, en los comentarios, deriva hacia una crítica hacia quienes, a causa de las carencias del funcionariado, acaban desarrollando el trabajo: los consultores externos.

No está cerrado el debate sobre la causa última del covid: ¿zoonosis o fuga? Según dónde se mire, las evidencias parecen apuntar más en una dirección que en otra. Tengo la impresión (en el sentido literal del término: por la impresión que van dejando en mí las noticias que voy leyendo en una muestra casi seguro que sesgadas de ellas) de que gana puntos la teoría de la fuga. Que el motivo sea uno u otro no es irrelevante y Alex Tabarrok explica aquí el motivo.

Dynomight tiene una larga y apasionante entrada, esta, sobre los mecanismos existentes para incentivar la generación de ideas. Incluye al final, además, una discusión sobre el papel que pudieran tener los LLMs en la subversión del sistema actualmente existente.