Finanzas

Liquidez y solvencia

El bombardeo matinal de noticias a que nos tiene acostumbrada la prensa en los últimos tiempos debería tener el efecto secundario positivo de acrecentar nuestra cultura financiera. Pero no estoy seguro de que sea así.

Uno de los grandes temas que me da la impresión que confunde todavía al público es la diferencia entre liquidez y solvencia.

Yo soy un tipo eminentemente ilíquido: muchos días me enfrento al siguiente problema: aunque pueda permitirme innumerables cafés a razón de 35 céntimos, en ese momento crítico, delante de la máquina expendedora, nunca encuentro la calderilla necesaria.

Causalidad y método científico en El País

A raíz de la concesión del último (mal llamado) premio Nobel de Economía, han aparecido publicados en el diario El País el artículo Un premio al método científico de Ramón Marimón y el reportaje Causa y efecto en la economía, sorprendentes ambos tanto por el título como por el contenido. Creo que bien merecen el protoanálisis que sigue.

¿Premio al método científico?

Hombre, ¡que estamos hablando del premio Nobel! Además, si esta vez han premiado al método científico… ¿qué fueron los anteriores laureados? ¿Pitonisos? El debate es viejo y muchos lo conocen mejor que yo. Es bastante famoso el pequeño escrito de Robert E. Lucas, What Economists do, en el que el autor escribe

Numerismo "interruptus" en el FT

Cuando era menos pobre, antes de la crisis, me desayunaba todos los días con el Financial Times. Me lo daban gratis en el hotel. Al cabo de un año leyéndome cada letra de cada edición, los principales columnistas acabaron siendo como de la familia.

Un tipo al que tengo insana envidia es John Authers. Estése o no de acuerdo con su punto de vista, el hecho de que cada mañana sea capaz de poner en negro sobre sepia una columna increíblemente inteligente es motivo sobrado para sentirse internamente reconcomido. Otra periodista de asombroso insight (odio no saber traducir el término al español) es Gillian Tett.

Ubi ratio, ibi paradoxa (Simpsorum)

Efectivamente, ahí donde hay ratios, aparece con frecuencia la llamada paradoja de Simpson (a propósito, en enlace anterior a la Wikipedia es un despropósito: a ver si alguno de mis lectores con tiempo deja la página a la altura de lo que merece una lengua de cultura).

Una ratio muy traída y llevada últimamente y con la que nos gusta autoflagelarnos a los españoles es el de la productividad, que es el cociente entre la producción nacional y el número de trabajadores. Los economistas lo usan para, entre otras cosas, autojustificar su existencia.

Tasa Tobin: una discusión casi empírica

—¿Me prestas 10.000 euros al 2%?

—Vale, pero me los devuelves mañana.

¿Para qué quiero yo 10.000 euros por un día? Para nada, realmente: al día siguiente perdería los 54 céntimos de interés sin haber podido encontrar provecho alguno a ese capital.

Igual ocurre, a otra escala, con los países y los llamados capitales golondrina. Es positiva, cuentan, la inversión externa. Pero no toda es igualmente beneficiosa: ¿qué inversión productiva puede financiarse con capitales de quita y pon? Muchos países han luchado contra este tipo de inversión difícilmente ­­_productivizable_ mediante diversos mecanismos. Por ejemplo, en Chile y Colombia, durante los años 90, se utilizó el encaje:

El BPA es un indicador... ¿de qué?

Quienes trabajan en la academia suelen ser de un natural sumamente pacífico y desafecto a la polémica. En eso se diferencian de otros gremios, como el de los críticos de cine, a quienes bien se permite —e incluso se agradece— poner a caer de un burro el bodrio del director más pintado.

Criticaré hoy —más por el asombro que me produce que por afán de controversia— el artículo El comportamiento financiero de las empresas socialmente responsables de M.J. Charlo Molina e I. Moya Clemente. Investiga un tema de la más rabiosa actualidad, en estos días en que tan de moda está eso de la responsabilidad social corporativa: ¿tienen un mejor desempeño económico aquellas empresas que más atención prestan a estas cuestiones? El resumen del artículo es:

¿Qué es un banco? ¿Qué son las pruebas de resistencia? (En primera derivada)

En primera derivada, un banco es un señor que pone 10, capta 90 en depósitos de ahorradores —a los que da un interés del 4 %— y presta 100 al 5 %. El código en R que aparece a continuación indica cuál es el beneficio del señor:

capital <- 10
depositos <- 90

int.dep   <- 0.04
int.pres  <- 0.05

prestamos <- capital + depositos
ingresos <- prestamos * ( 1 + int.pres )
gastos   <- depositos * ( 1 + int.dep  )

beneficio <- ingresos - gastos
rentabilidad.capital <- 100 * beneficio / capital

Quien lo ejecute comprobará cómo el señor obtiene un jugoso beneficio. Además, el señor podría hacerlo aún más jugoso incrementando el valor de los depósitos, es decir, captando más ahorro con el mismo capital inicial. Queda como ejercicio para mis lectores repetir los cálculos anteriores con depositos <- 190, etc.

La escuela de Chicago se defiende

El vídeo de Taleb que publiqué la semana pasada recoge un ataque frontal a un presunto vicio del entramado económico-financiero actual: su excesiva dependencia en la teoría y la matematización de los mercados financieros. Hasta tal punto se ha cuestionado el papel de las matemáticas (y su responsabilidad en la reciente crisis financiera y bancaria) que la llamada Escuela de Chicago, cuna de toda esta arquitectura, está a la defensiva.

Publico aquí el enlace a una entrevista del Financial Times con el decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago, que da su visión sobre el fenómeno (pulsar en la imagen para ver el vídeo):

Paella sin arroz con sabor a judías enlatadas

El otro día leí el artículo A Prototype Model of Stock Exchangede G. Caldarelli, M. Marsili y Y.C. Zhang. La promesa que me ofrecía era la de la creación de un sistema relativamente realista de los agentes que operan en los mercados financieros que diese lugar a una evolución de precios con propiedades similares a las observadas.

Sin embargo, el planteamiento, interesante en un principio, se deshinchó enseguida:

  • El modelo planteado por los autores ni siquiera aspira a representar los aspectos más distintivos del mercado: en lugar de agentes tremendamente desiguales en tamaño y entrelazados en una maraña de dependencias e influencias mutuas, los agentes son todos equivalentes en tamaño (si bien es cierto que en el estado estacionario de la simulación los ingresos adquieren una distribución dada por una ley de potencias) y que actúan de manera independiente entre sí una vez observados los precios en el mercado.
  • Los resultados, una serie temporal de precios, es calificada por los autores como muy rica, aunque enseguida pasan, en un dechado de honradez, a apuntar diferencias más o menos manifiestas entre sus características estadísticas y las observadas en mercados reales.

Entiendo y aplaudo el virtuosismo técnico empleado por los autores del artículo y la implementación de los algoritmos involucrados. No obstante, tras leerlo, me embriaga una extraña sensación que no debe de ser muy distinta de aquellos comensales a los que se les anunció paella, se les advirtió que no traía arroz ni gambas y comprobaron después que sabía a judías de lata.

Riesgo e incertidumbre

He encontrado dos (¿cuatro?) definiciones contradictorias de _riesgo _e incertidumbre. La primera está implícita en una frase del artículo The ratings game de Martin Mayer y dice, según mi traducción, así:

Knight realizó una distinción categórica entre el riesgo, que puede ser medido, y la incertidumbre, que no puede serlo.

Mayer recoge así la distinción que realizó Frank Knight en su tesis doctoral hace ya casi un siglo. En términos algo más precisos, lo que según Knight distingue la incertidumbre del riesgo es que del segundo se conoce, cuando menos, la distribución de probabilidad asociada al fenómeno. Uno se enfrentaría así a un riesgo cuando no sabe a ciencia cierta qué puede ocurrir pero sabe atribuir una probabilidad a cada uno de los posibles resultados.