Periodismo, metaperiodismo y bienes públicos

El metaperiodismo es lo que hacen los periodistas cuando escriben sobre su propio trabajo. Actualmente es un género de moda. En el metaperiodismo español abundan los lamentos: que si hay EREs aquí, que si han cerrado un periódico allá, que si no queremos trabajar gratis. Los metaperiodistas anglosajones no paran de hablar de paywalls y cómo monetizar contenidos en un mundo plagado de cacharrillos electrónicos y wifis. Además, suelen escribir artículos larguísimos, con un índice de complejidad de Kolmogorov de, prácticamente, uno (es decir, un tostón).

No sé por qué he venido a pensar —y escribir— sobre el asunto, pero me atrevo a formular mis conclusiones y diagnósticos. Comienzo con una tabla (que capturo como gráfico) de la Wikipedia:

Está en una página tal vez insospechada: la que cuenta qué es un bien público. Y un bien público es uno que tiene estas dos características:

  • No rivalidad: “la rivalidad en el consumo de un producto implica que el consumo por parte de un individuo impide el uso por otros”
  • No exclusión: “imposibilidad de excluir del consumo de un producto a determinadas personas”

Antaño la prensa caía dentro de lo que la Wikipedia define como bienes club: se podía excluir del consumo (lectura) de un reportaje a quien no pagase el precio de un periódico; pero este no se _gastaba _porque lo leyesen 100, 1000 o 100000 personas más.

El motivo último que mueve la pluma de los metaperiodistas es que internet ha desplazado el producto de los periodistas hacia la casilla inferior derecha, la de los bienes públicos. Y que, como consecuencia, los agentes privados que editan los periódicos subproducen periodismo de la misma manera que los agentes privados subproducen álgebra no conmutativa o física cuántica (y sobreproducen contaminación, que es un mal público).

Y, ¿quién sufraga los bienes públicos? Los filántropos y, sobre todo, el estado.

Por eso soy de la opinión que si la ciudadanía valora el periodismo —de calidad, claro—, vota en consecuencia y —bien vale la pena advertirlo en nuestra coyuntura— hay recursos para ello, los reportajes del futuro correrán a cuenta de los presupuestos generales del estado.