Modelos gráficos probabilísticos en Coursera
Acabo de terminar el primero de los tres cursos sobre modelos gráficos probabilísticos de Coursera.
El curso sigue una sinuosa senda a través del libro (¡1200 páginas!) Probabilistic Graphical Models de D. Koller y N. Friedman. Aunque cueste un potosí, es posible hojearlo gratis para ver si vale la pena o no comprarlo gracias a nuestros amigos de LibGen.
Tiene mucho de bueno. Lo mejor, sin duda alguna, el universo de problemas que plantea y a los que se aplican los modelos gráficos. No son el sota, caballo y rey de los manuales de métodos de clasificación, regresión, etc. Las correlaciones entre variables se explicitan y se modelan usando criterios (p.e., de expertos humanos), en lugar de fiarlo todo al descenso de un gradiente.
Además de bueno, tiene mucho de duro. El material es extenso y los ejercicios nada triviales. Incluso los de probabilidad, que pensé que iban a ser un paseo, me hicieron sudar la gota gorda. Hay controles semanales que cuentan de cara a pasar o no pasar el curso. Que no son moco de pavo. Un ejemplo: una semana se proponían 16 ejercicios organizados en cuatro problemas. Para pasar cada problema había que responder correctamente todos sus subejercicios. Para pasar la prueba, había que responder correctamente el 80% de los problemas. Si se hacen cuentas, la propuesta es o todo o suspenso.
Finalmente, lo peor. Los ejercicios de programación no contaban de cara a aprobar. Sumaban los honors. Eran muy interesantes, sí. Eran exigentes, claro, y eso se abona. Permitían aterrizar el contenido de las sesiones, claro. Todo bien. Pero había que programar en Octave (o Matlab). En bendito Octave. Una tarde pasé dos horas tratando de implementar en Octave algo que en R era una línea. Es el gran pero del curso. De haberse usado un lenguaje de programación moderno, orientado a objetos (como pedía a gritos la sustancia de la cosa), habría habido que invertir menos tiempo en el cómo, en el maldito cómo, y, delengando en el ordenador toda la fontanería, se hubiera podido poner el acento en el qué. ¡Lástima!