Dibujar y modelar: ¿en qué se parecen?
Los economistas de hogaño tienden a coincidir en no encontrar sustancia detrás de la llamada curva de Laffer. No les quito la razón: ellos saben mejor que yo qué pasa en las casas de los demás. Pero en la mía, Laffer manda.
En los últimos meses del año levanto el pie del acelerador y trabajo mucho, mucho menos. El motivo es fundamentalmente fiscal: mi tarifa bruta por hora es la misma pero el IRPF marginal —en eso consiste la progresividad fiscal— va aumentando mes a mes. Cuando llegan noviembre y diciembre, la tarifa horaria neta queda tan mermada que prefiero dedicar el tiempo a actividades más amenas.
Una de ellas, novedad del 2023, es dibujar.
No voy a mostrar ninguna de mis creaciones para no ser objeto de escarnio público. Hacía 35 años que no empuñaba el Rotring.
(El mundo ha cambiado mucho desde entonces: quiero comprar tinta china en una papelería y se ve que es un producto que ya no se vende; se conoce que lo que antes llamábamos dibujo técnico ha debido desaparecer de los currículos.)
Como en cualquier actividad que emprendo, me intereso antes de nada por los primeros principios: cuál es la teoría, si alguna, en la que apoyarme. Revisando la que he ido recopilando sobre el dibujo con lápiz y tinta y realizando la necesaria abstracción, he llegado a la conclusión de que muchos de los principios del dibujo se resumen en:
- La realidad es muy compleja. Cualquier objeto o escena que quieras representar está compuesto de multitud de elementos distintos. Cada milímetro cuadrado de lo que tienes delante tiene un color, una textura, un reflejo, etc.
- Sin embargo, por motivos obvios, en el papel y en el tiempo durante el que dibujas, solo cabe un número pequeño, finito, de trazos.
- Es decir, que con poco debes ser capaz de representar lo mucho.
- Y pospongo el último principio para más adelante: merece una discusión particular.
En el fondo, eso es en lo que consiste la modelización estadística: tenemos delante un sistema complejo y de él solo podemos extraer y manipular un conjunto pequeño de variables y operar con ellas de cierta manera para poder representar la realidad subyacente. E igual que aspiramos a que nuestro dibujo de una silla se parezca a esa silla, buscamos que nuestro modelo represente la realidad del fenómeno modelado.
[Mientras escribía lo anterior se me ha ocurrido que uno podría referirse alegóricamente a las técnicas estadísticas más habituales como cubistas. Podría extenderme pero creo que no merece la pena: se sobreentiende por dónde iría la discusión.]
Vuelvo al último y aún no explicitado principio: lo crítico a la hora de dibujar es engañar al ojo (del que contempla). Hay técnicas para que el ojo en lugar de decir “veo unas rayas” convenga en que “esta cosa es de madera”; o conseguir que el ojo entienda como las hojas de un árbol lo que en realidad son solo manchas difuminadas de grafito; etc.
Sospecho que en la práctica del arte de la estadística también hay muchas técnicas para engañar al ojo que mira. Pero solo lo sospecho.