Sobre los aspectos apelativos de la causalidad

Arranco con un experimento mental: A lleva un chaleco antibalas. B le dispara, la bala atraviesa el chaleco y lo hiere de gravedad en el pecho. Varios sujetos distintos examinan lo sucedido:

  • La policía determina que B (y el disparo que realiza) es la causa de lo sucedido.
  • Los médicos que reciben a A en el hospital encuentran que la bala incrustada en su pecho es la causa de su estado.
  • El técnico de la empresa que fabrica los chalecos antibalas especula que el inusual calibre de la bala y el ángulo de impacto son la causa de que atravesase el chaleco.
  • Incluso, uno puede especular que gente que conoce a B (p.e., su siquiatra, su familia o sus amigos íntimos) aventuren otras causas para lo sucedido.

En el mundo, realmente, ha sucedido lo que ha sucedido y nada más: hay, a lo más, razones. La razón de que A se debata entre la vida y la muerte es que tiene una bala en el pecho. Pero determinados sujetos identifican causas que los apelan en tanto que son lo que son y que los mueven a la acción: unos a detener e interrogar a B, otros a intubar a B, etc.

Abunda esta entrada en algo que dejé escrito hace un tiempo: la entrada titulada Causalidad y que se convirtió en una de las más populares de este blog. En ella discutía cómo la causalidad, si acaso, está en la mente, no en el mundo. En esta se discute, además, en qué mentes y por qué motivos anida la idea de causalidad como instrumento que nos permite navegar la realidad. La causalidad nos invita —aquí resuenan ecos de aquel aforismo de Marx— a actuar sobre la realidad más que a [limitarnos a] entenderla.

Esta naturaleza apelativa de la causalidad se manifiesta frecuentemente en nuestra disciplina. A la hora de construir modelos, por ejemplo, hay distintas variables que afectan el resultado de interés. Pero algunas de esas variables no son lo que se llama accionables: si determinados clientes no son particularmente rentables porque tienen rentas bajas, no hay nada que se pueda hacer al respecto. Pero nos interesan aquellas variables sobre las que se puede actuar, aquellas que nos apelan a hacer las cosas distinto, a hacerlas mejor. Aquellas en las que tenemos agencia e, incluso, responsabilidad.