El paro, ¿cosa de hombres?

Está de moda hablar de paro. Pero las discusiones al respecto adolecen de una serie de carencias:

  • Son excesivamente retrospectivas: nos aburren con la serie temporal, lo que pasó en 2003, en 1995 y otras fechas ya amortizadas.
  • Tienen un sesgo administrativo: honestamente, lo que pase en Andalucía importa (o debería importar) poco a un andaluz que acaba de graduarse y busca su primer empleo. Además de que existen opciones fuera de las distintas comunidades autónomas, no hay un mercado de trabajo sino cientos de mercados de trabajo estancos dentro de cada una de ellas.
  • El tema de la desigualdad entre sexos se trata de manera totalmente pueril: apenas se hace un esfuerzo por controlar el resto de las variables de confusión que pueden afectar a las tasas de paro entre sexos (p.e., la edad, el nivel educativo, etc.).

Interesa más pensar qué puede pasar en el futuro. Es complicado pero, aun así, hay fenómenos (como los demográficos) de una inercia ineluctable. Nuestros políticos, además, deberían estar pensando cuántos médicos, cuántos ingenieros, cuántos electricistas puede necesitar nuestra economía al cabo de los plazos multianuales que necesita la formación de nuevos profesionales. Para que no nos pase como en el pasado.

Yo, amateur en estos temas, voy a aventurar algunas proyecciones con un plazo de 10 o 20 años. En primer lugar, traigo a colación un estudio de McKinsey sobre el futuro del trabajo:

La tendencia es clara y existen motivos para pensar que seguirá en el tiempo: en las economías avanzadas descenderá la demanda de trabajadores poco cualificados y crecerá la de los cualificados. De hecho, los autores del estudio mencionan cómo

en Francia, en 2020, faltarán 2.2 millones de trabajadores con nivel de baccalaureate y sobrarán 2.3 millones sin él.

(Nota: al estar escrito en inglés, donde baccalaureate podría significar diplomado en lugar de bachiller, como en francés, me queda la duda del nivel educativo exacto al que se refiere el párrafo).

Existe otro estudio aún más amplio de McKinsey, The world at work: Jobs, pay, and skills for 3.5 billion people que abunda sobre estos temas y cuya lectura recomiendo igualmente.

Si damos por buena esta tendencia hacia la sofisticación del mercado laboral, el siguiente gráfico, extraído de los datos de la última EPA, como los de una entrada anterior, muestra cómo en unos años se le puede acabar dando la vuelta a uno de los más manidos axiomas relativos al mercado laboral:

En él vuelvo a representar el porcentaje de parados (resaltado en verde) en función de

  • la edad, que crece de izquierda a derecha,
  • el nivel de estudios, de arriba a abajo, aunque está algo desordenado: b son los bachilleres; fp los graduados en formación profesional; p, quienes tienen la primaria; u, los universitarios y, finalmente, o, quienes no han acabado la primaria.
  • el sexo, con la barra de los hombres encima de la de las mujeres.

En esta ocasión, el área de las barras es proporcional al número de individuos en cada clase. Se ve cómo el número de personas sin estudios es muy pequeño comparado con el resto. Y cómo las mujeres representan un porcentaje cada vez mayor del mercado laboral con formación universitaria, el que acaparará los mejores salarios y tendrá plena ocupación.

No sólo las mujeres son mayoría en el segmento universitario del mercado de trabajo sino que la tendencia es creciente: conforme se vayan retirando del mercado las viejas generaciones, en las que la proporción era la contraria, el peso de las mujeres en él será creciente. El mecanismo de reposición es el mismo que explica Hans Rosling en este vídeo.

Por eso se puede aventurar que:

  • el parado español del futuro será hombre y que
  • si se sigue sin controlar por otras variables, las mujeres ganarán más.