Las reglas generales son para lacayos; el contexto, para reyes

La frase

Las reglas generales son para lacayos; el contexto, para reyes.

apareció, dícese, en un episodio de Star Treck.

[Nótese su metainterpretación: ¡no deja de ser una regla general!]

Pero por los motivos que expongo a continuación resonó como pocas frases hacen: tiene mucho que ver con el día a día de todo lo que hago. El mundo sería tal vez más feliz —y mucho más aburrido— si funcionase así:

  1. Entre los 6 y los 22 años se aprenden reglas generales de uso universal.
  2. Entre los 23 y los 67 se aplican rutinariamente para resolver los problemas del mundo.

Lamentablemente —al menos, fuera de la función pública— no es así.

Por ejemplo, tenemos muchas reglas generales (o recomendaciones) para construir gráficos. Pero a la hora de la verdad, son una guía que no te conduce hasta el resultado final deseable: siempre se queda corta.

Existen muchos artículos, funciones, implementaciones de métodos estadísticos para resolver determinados problemas concretos. Pero siempre toca trasladarlos a contextos distintos donde las cosas son parecidas, pero no iguales. Da igual lo extenso que sea el manual de referencia: lo relevante para tu proyecto va a acabar siendo, a lo sumo, una breve nota a pie de página con —con suerte— alguna referencia bibliográfica para tirar del hilo.

Etc.

Esa ha sido siempre para mí la miseria de la formación. Cuando pienso qué enseñar a unos chavales, siempre me enfrento a ese debate: ¿reglas generales estilizadas que luego, al final, no aplican nunca? ¿Ejemplos contextuales de los que ir extrayendo lecciones? Es fácil educar lacayos pero, ¿cómo convertirlos en reyes?