Mala Ciencia

Vampírico como antónimo de empírico

No es exactamente un antónimo, aunque esté más alejado de lo empírico que el de libro, i.e., teórico.

Vampírico es un argumento (o hipótesis, u ocurrencia) al que no consigue matar la mera evidencia.

Para usos, orígenes y ejemplos, véase esto.

El señor de las ondículas

Un enanito encuentra un anillo. Eso le lleva a abandonar la comodidad de su Comarca para comenzar la más trepidante de las aventuras que le conducirá a salvar el mundo.

Un matemático encuentra unos papeles abandonados en una fotocopiadora, coge el primer tren para visitar a los autores y consigue transformar la sociedad: gracias a él, podemos ver imágenes de nuestros páncreas en los hospitales.

Eso nos cuenta el primer párrafo de esto, que dice:

Vivimos en un mundo opaco e interconectado

Vivimos en un mundo opaco: como en los cuentecillos de Asimov, somos usuarios de tecnologías que ni conocemos ni controlamos. Parametrizamos nuestras máquinas y las echamos a correr. Poco más podemos hacer que fiarnos de quienes nos las proporcionan.

Luego pasan cosas como que, de repente, resulta que Stan, en las últimas versiones, ha estado produciendo muestras sesgadas. ¿Qué resultados condicionará eso río abajo?

Un caso mucho más famoso es el de la resonancia magnética (fMRI): un error en el software concomitante pone bajo sospecha hasta 40000 artículos sobre estudios del cerebro. Precisamente, por lo mismo.

Es imposible enseñar nada a alguien cuyo sueldo depende de no aprender

O algo así reza una cita que no ubico. Viene a cuento de un artículo que se acaba de publicar en Nature, A manifesto for reproducible science, que se resume así:

  • Los científicos son gente extraordinaria que persigue honrada y abnegadamente el ensanchamiento del saber humano.
  • No obstante, están produciendo toneladas de mierda.
  • Pero no lo hacen consciente o malintencionadamente; lo hacen porque no saben.
  • Si se equivocan, además, es por culpa de la sociedad, que los incentiva torcidamente.
  • Si los científicos se toman la molestia de aplicar una serie de medidas que propone el artículo, producirán menos mierda.

El problema es que la ciencia se paga como la ropa vieja: al peso. Dígase lo que se quiera, pero luego, lo que ufana a científicos, universidades, centros de investigación e, incluso, países, es el número bruto de artículos publicados: de ellos dependen trienios, sexenios, anecas, proyectos, becas, rankings y demás.

Claroscuros que, obviamente, pasan inadvertidos

Entre tanto óbito farandulero en las postrimerías del año que se fue (¿dónde quedó el pobre de Eco?) ha pasado medio desapercibido otro sustancialmente más interesante: el del doctor Henry Heimlich.

De sus claros, ya habla la prensa (aquí y aquí).

Pero bastaba con pasearse por la Wikipedia para desenterrar algunos de sus oscuros: homeopatía, malarioterapia (una seudopráctica científica consistente en infectar a un paciente con malaria por ver si esta le cura el cáncer, el sida y demás) y denuncias generalizadas de prácticas anticientíficas y deshonestas.