Sobre las miserias de la universidad
En los últimos años de carrera me metí en política: fui delegado de mis distintas clases y participé como tal, aunque con más oído que voz y más voz que voto, en las discusiones de antaño, muy previas al plan Bolonia, sobre la reorganización del plan de estudios de la licenciatura de matemáticas.
Yo era un chaval que, a falta de la experiencia que da la vida y, supongo, por suplirla, estaba lleno de ideales. Allí aprendí cosas como que los estudiantes, éramos lo peor del mundo. No se atribuían función adicional alguna a la de vetar todo aquello que supusiese un estorbo adicional para alcanzar aquello que a los más les bastaba: el titulito. Si por entonces aún me quedaba alguna, perdí absolutamente y hasta la fecha toda fe en la bondad de las intenciones del movimiento estudiantil (tanto en cuestiones académicas como en las demás, todo sea dicho de paso).