El mejor negocio del mundo sigue siendo —reza el chiste— comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que dice que vale.
El de la década tiene mucho que ver con la literatura, con la ficción. Consiste en tomar proyectos hechos, semihechos, más o menos disparatados, con o sin sentido de mercado, con o sin asidero con la realidad, que se harían de todos modos, que se descartaron por inviables pero a los que se les puede sacudir el polvo y las polillas, buenos, regulares, malos, vergonzantes, vergonzosos, quijotescos, razonables, fantasiosos, (¿he escrito ya disparatados? creo que sí), etc. y pasárselos a alguien con cierto arte con las palabras para que los describa en un documento formal con profusión de términos tales como resiliente, inclusivo, hidrógeno verde, big data, digitalización, ecología, sostenibilidad, inteligencia artificial, etc.