Suscribo enteramente unas declaraciones de la alcaldesa de Madrid en las que se mostraba perpleja ante el hecho de que en la motivación de las sucesivas reformas del código penal se hablase de cómo el anterior no había funcionado o cómo el actual venía a subsanar deficiencias del anterior pero que no se acompañasen de una memoria bien fundada en la que se detallasen y cuantificasen esos problemas.
Suscribo enteramente declaraciones suyas en las que reclama un seguimiento de las leyes para ver en qué medida son eficaces en su ámbito de aplicación.
Uno de los argumentos más habitualmente esgrimidos en contra del capitalismo es su caracter cíclico. Cuando dicen cíclico, entiendo, quieren decir aleatorio (¿quién sabe predecir los ciclos?). Eso no sé si lo hace, en la terminología de Taleb, frágil o antifrágil. En cualquier caso, uno de los objetivos de quienes llevan las riendas de la política económica es embridar la aleatoriedad con, por ejemplo, medidas anticíclicas.
Pero no todas las aleatoridades son iguales.
El primero:
Crece la productividad: Para el conjunto del año 2015 la economía crecerá cerca del 3,5% Estos datos muestran que está aumentando la productividad, es decir, mientras la economía española crece a ritmos cercanos al 3,5% anual el empleo lo está haciendo al 3%.
Rafael Pampillón Olmedo. Expansión, 24 de julio de 2015 (enlace)
El segundo:
La productividad se estanca: Tal como publicó el INE este jueves en tasa anual durante el segundo trimestre de este año, la economía creció un 3,1%.
Este es el número (por año) de condenados por provocar incendios forestales en España (según Civio):
Según la misma página, en esos años ha habido 223.783 incendios forestales, de los cuales el 55% fue intencionado.
Pero a nadie se le ocurre criticar a Civio y decirle que es [incluye aquí tu acusación de incorrección política favorita] por dar esas cifras y alegar que solo pueden catalogarse de intencionados el 0.369% de ellos (número de condenados entre número total de incendios).
Una vez oí que 70000 millones, de los que 7000 estaban vivos actualmente. Oí mal porque, buscando, he encontrado esto, de donde extraigo:
y
¡Un 6.5% de todos los que hemos sido estamos vivos!
Y me pregunto: ¿cuál será el porcentaje equivalente entre todos los que han sabido leer y escribir? ¿Cuántos de los que han sabido hacer música? ¿Cuántos de los escritores? ¿Cuántos de los que han tenido una existencia que no se redujese a subsistir precariamente?
Es pertinente rescatar una entrada de hace tres años sobre D’Hondt y Banzhaf. En el enlace, los detalles.
Me limitaré a actualizar el código de la función para que muestre las alianzas (algunas enteramente esperpénticas) posibles, que queda de la forma
banzhaf <- function(x){ x <- -sort(-x) x <- x/sum(x) foo <- function(a,b,p){ if(p>1/2) return(list(a)) if (length(b)==0) return(NULL) b.prima <- b[-1] delta <- b[1] p.delta <- x[delta] return(c(foo(c(a,delta), b.prima, p+p.delta), foo(a,b.
La correspondencia entre las ideas y las cosas. Un añejo criterio de verdad. Me viene a la memoria (y, por ende, a estas páginas) por dos motivos. El primero, que tengo fresco el adagio.
El segundo, que acabo de terminar de leer un libro lógicamente bien estructurado pero con un grave problema: la no correspondencia entre el constructo y la realidad. A mis cuarenta años no pueden venir a contarme que lo que veo cuando me planto en medio de la plaza de Cascorro y echo un vistazo alrededor no es lo que es; que lo que es es lo que escriben desde sus muy encumbrados despachos los tres coautores de la cosa.
Porque según donde mira uno… Veamos un ejemplo. Ha caído en mi mano este documento de Eurostat sobre residuos urbanos y su reciclaje (o no).
Lo primero que me ha llamado la atención han sido los números correspondientes a España:
¿A vosotros no? Qué números tan redondos, ¿verdad? Como si puestos a ojo. Pues sí, son, poco más o menos, a ojo. La tabla tiene una nota en letra diminuta en la que indica que las cifras de España (y algunos otros países) son estimaciones que podrían ser revisadas.
Publicaba el otro día El País una nómina de Franco de noviembre de 1935 con un líquido a percibir de 2.429,98 pesetas. Según el articulista,
[s]i comparamos aquella cantidad con el coste de la vida actual, la equivalencia se elevaría a 5.261,80 euros. Así lo ha calculado para EL PAÍS Ernesto Poveda, del Grupo Icsa, dedicado, entre otras cosas a asuntos de observatorio salarial. El trabajo está hecho con arreglo a la tabla de actualización de precios al consumo que establece Jordi Maluquer de Motes, catedrático de la Universidad Autónoma de Bellaterra (Barcelona).
¿Sabe de números tu próximo representante?
Al preguntar a los diputados actuales acerca de la probabilidad de obtener dos caras consecutivas al lanzar una moneda, solo el 40% de ellos obtuvieron la respuesta correcta. ¿Lo harán mejor lo siguientes?
[…]
Así, pero en inglés, comienza esta nota de la Royal Statistical Society que sugiere a los votantes (del RU, desgraciadamente) invitar a sus candidatos a formarse en los rudimentos de la estadística y el análisis y comprensión de datos.
Muchas cifras de interés son netos de dos magnitudes. Por ejemplo el déficit/superávit comercial, que es la diferencia entre exportaciones e importaciones; o los beneficios/pérdidas de una empresa, diferencia de ingresos y gastos.
Por un lado, las magnitudes subyacentes pueden estar sujetas a error estadístico. Incluso aunque el coeficiente de variación sea minúsculo para cada una de ellas por separado (p.e., del orden del 1%), pudiera ser que el error correspondiente a la diferencia (¡las varianzas se suman!
Cayó en mis manos
que son los resultados de una encuesta en la que la misma pregunta (en puridad, una pregunta sobre una cuestión global y otra sobre un asunto particular de la anterior) reciben respuestas manifiestamente contrarias y contradictorias por parte de una muestra del ostentador de la soberanía.
Lo cual me recordó que hacía tiempo había dado con https://www.youtube.com/watch?v=G0ZZJXw4MTA extraído de Yes, Minister y que en inglés no subtitulado ilustra muy amenamente los efectos que sobre el público tiene la manera en que se plantean las cuestiones.
El tema tenía que salir por ser español —y todos sabemos que es recurrente allá— y pasar muchos días al mes en Suiza, país en el que se piensa cuando se habla de referéndums. Más que salir —corrijo— me lo sacan tanto aquí como allá. Así que escribo sobre él. Pero en lugar de una entrada bien articulada, para la que no tengo tiempo, voy a limitarme a esbozar una serie de argumentos, los que, cuando llega el caso y tengo ocasión, pongo sobre la mesa.