Varios

¡Doble llave al sepulcro de Gauss!

¿Hasta dónde creéis que estoy de que cuando se hace divulgación matemática en la prensa diaria vuelvan a reciclarse las manidas historias del Gauss jovencito sumando 1:100, de por dónde sacaba Euler a pasear el perro o de si es posible calcular una raíz cúbica con regla y compás?

Si ha pasado algo interesante y de impacto en las matemáticas en los últimos tiempos (dentro de la última década, porfa), hágase el esfuerzo en replantearlo en términos asequibles y tráigase a la atención del lector. En cualquier caso, déjense esas historietas para los libritos de divulgación para adolescentes con ínsulas.

Contratos por diffs

Hace unos días recibí de mi banco una actualización del contrato general de prestación de servicios. El nuevo contrato es un PDF de 76 páginas, más largo y mucho más farragoso —diríase que redactado por abogados aficionados a Benet— que, por ejemplo, la vigente constitución española.

Nadie va a leer eso. Y menos, entenderlo. Pero seguro que contiene puntos referidos a nuestra información personal y el uso que pueden hacer de ella, nos ata a draconieces, etc. Y todo escondido en kilobytes de hojarasca jurídica.

Etsa es una edntara a pubrea de roreetcs cnctoaumes

Psandeno en cómo ebiisrcr a pbruea de roceetrs plaigoaris couetmacns rodecré esto y lo he idepmneatlmo en R.

No sé si ertéaiss o no de adeurco en que fncniuoa o no, es dicer, que los ttoexs son rloeincboecs si se faijn la pmirera y úmtila lerta de cada pabrala y se puertma el retso. Lo que sí que es ctireo es que añade a cdaa txeto una mcraa catstaícirerca que decnniua su pdcionereca. Lo mlao sreía que el rtecor, cosiape la ieda, el cgiódo que cipoo djeabo, psermuate las pcmtanorieeus y qesudae como un señor.

Datos abiertos y farolas solares: más motivos para el escepticismo

La semana pasada hice constar mi escepticismo acerca del poder transformativo de los datos abiertos. Mencionaba dos ámbitos en los que existen datos no solo abiertos, sino abundantes y en tiempo real: el de los deportes y el de las finanzas. Y cómo, a pesar de ello, seguimos siendo, como sociedad, mendrugos tanto en lo deportivo como en lo financiero.

Valga un tercer caso que dispongo a exponer.

Tenemos igualmente datos abiertos, abundantes y en tiempo real de producción y consumo eléctrico y de su mix, i.e., qué tecnologías y combustibles se usan hora a hora. La gran lección que nos cuentan es:

El señor de las ondículas

Un enanito encuentra un anillo. Eso le lleva a abandonar la comodidad de su Comarca para comenzar la más trepidante de las aventuras que le conducirá a salvar el mundo.

Un matemático encuentra unos papeles abandonados en una fotocopiadora, coge el primer tren para visitar a los autores y consigue transformar la sociedad: gracias a él, podemos ver imágenes de nuestros páncreas en los hospitales.

Eso nos cuenta el primer párrafo de esto, que dice:

Así se calculan los logaritmos de Zaragoza, se ve (y una reflexión)

Estoy en Zaragoza. He bajado a la biblioteca pública que tengo delante de casa y la que le dieron el nombre de aquel chileno de las alamedas. He curioseado lo que tenían de matemáticas y de entre los menos de cien volúmenes de la cosa,

Efectivamente, el libro trataba de lo que su lomo decía: eran tablas y más tablas de logaritmos de números, con sus añejos distingos entre las mantisas y eso otro que ya no recuerdo cómo se llamaba.

He visto que eran de la Rey Juan Carlos y hasta ahí he podido leer

Hojeando la prensa no he podido sustraerme al discreto encanto del titular El ‘pucherazo’ del 36. El texto que encabeza habla, parece, de un libro homónimo en el que se da cuenta del presunto fraude en las elecciones generales de 1936. Los autores, según la entradilla, son [d]os historiadores, [que] tras cinco años de investigación, aportan las cifras y las pruebas del desvío de votos.

Todo bien, más o menos interesante mientras no puedo hacer otras cosas más enjundiosas, hasta que llego al párrafo, tercero, en el que me entero de que los dos autores son de la Universidad Rey Juan Carlos. Y dos cosas me han sucedido automáticamente. La primera, es que he dejado de leer con un gesto entre el asco y el disgusto, como el de que encuentra un pelo en los macarrones.

En contra del estado "de derecho"

Nos engañaron malamente. Nos prometieron que estudiar matemáticas nos abriría la puerta de los misterios más sutiles del conocimiento y ahora no hacemos otra cosa que celebrar como gilipollas el día de $latex \pi$ a golpe de retuiteo. Nos dijeron que aprendiendo ingeniería conoceríamos el funcionamiento de las cosas y acabamos usando ordenadores armados con pegamento. Con la estadística seríamos capaces de estudiar y entender los movimientos y cambios sociales, el funcionamiento de los mercados financieros, etc. y nunca pasamos de los k-vecinos.

Pasión y curiosidad

En mi charla del viernes pasado, alguien me preguntó si seguía teniendo la pasión con la que se conoce participé en aquella competición de ciencia de datos que glosé.

Estuve a punto de responder que a los 42 uno está un poco más allá de la pasión y un poco más acá de la colonoscopia. Aunque, lo reconozco, más que porque es una repuesta graciosa que porque refleje verdad alguna.

Lo que sí que es cierto es que he estado meditando sobre si la pregunta era oportuna o no. A ratos he pensado que no, que fue tramposa. Pero ahora me decanto por considerarla legítima y merecedora, cuando menos, de una respuesta más desarrollada.