Vivimos en un mundo opaco e interconectado
Vivimos en un mundo opaco: como en los cuentecillos de Asimov, somos usuarios de tecnologías que ni conocemos ni controlamos. Parametrizamos nuestras máquinas y las echamos a correr. Poco más podemos hacer que fiarnos de quienes nos las proporcionan.
Luego pasan cosas como que, de repente, resulta que Stan, en las últimas versiones, ha estado produciendo muestras sesgadas. ¿Qué resultados condicionará eso río abajo?
Un caso mucho más famoso es el de la resonancia magnética (fMRI): un error en el software concomitante pone bajo sospecha hasta 40000 artículos sobre estudios del cerebro. Precisamente, por lo mismo.